Ante la creciente preocupación de las partes interesadas por la sostenibilidad de los productos, los procesos y los modelos de negocio, las empresas definen hoy el éxito mucho más allá del beneficio generado. Muchas organizaciones se responsabilizan cada vez más del impacto que tienen en la comunidad y en el mundo y afirman que las prácticas sostenibles son una ambición estratégica.
Sin embargo, la ESG – sostenibilidad medioambiental, social y gobernanza corporativa – tiene una agenda paralela y todavía se gestiona mayoritariamente como una iniciativa aislada. Los objetivos de sostenibilidad compiten así con la gestión del negocio, resultando en una ejecución desorganizada y en un progreso lento. Pero es que además, del bien generado al entorno, las empresas deben entender también el impacto que se ser sostenible tendrá en sus cuentas de resultados (por ejemplo en ahorros energéticos, de consumo de materias primas, etc).
En un futuro próximo, la sostenibilidad deberá ser una parte esencial de la estrategia corporativa, por lo que el gran desafío será garantizar la alineación de estos dos pilares.