La innovación es el proceso de convertir una idea en un producto o servicio por el que los clientes están dispuestos a pagar. El proceso de convertir una idea en algo tangible, es decir, una invención que, cuando se monetiza, se convierte en innovación.
La definición de innovación variará en función de la empresa sobre la que estemos hablando, la innovación puede entenderse como la mejora de los procesos y la experiencia del cliente, la introducción de nuevos productos o servicios, o incluso la creación de algo totalmente nuevo nunca hecho antes.
El mayor reto que afronta la innovación es la velocidad con la que se han desarrollado los conocimientos y la tecnología. Hay una convergencia de factores que permiten generar y procesar la información más rápido que nunca: IoT (Internet of Things), Machine Learning, Big Data, 5G, entre otros.
Con la aceleración de los ciclos de desarrollo de las empresas y el acceso de los consumidores a un mercado globalizado, la criticidad de la innovación constante se ha vuelto aún más evidente. No hace tanto tiempo, la innovación era un concepto determinista, en el que se conocía al cliente y qué se debía hacer. Actualmente, con la tecnología y los ciclos de mercado cada vez más cortos, las soluciones a los problemas existentes surgen más rápido y son impulsadas por empresas que previsiblemente no serían competidoras. Esta tendencia hace entrar en juego dos nuevos factores: la incertidumbre y el riesgo sobre qué hacer y cómo hacerlo.
Cómo se gestiona la incertidumbre (procesos), las personas necesarias para hacerlo (competencias) y el modelo de gestión (governance) son los tres factores que deben ajustarse a esta nueva realidad y que permiten crear un flujo continuo de transformación de ideas en productos, servicios o nuevos negocios.
Cualquier compañía ha de definir la estrategia de innovación, seleccionando las áreas específicas en las que se pretende innovar y en qué horizonte temporal, garantizando un método eficaz de gestión de la innovación, mediante la creación de rutinas para la generación de ideas, que se lanzan en un embudo de experimentación. Las mejores empresas dedican alrededor del 70% de su tiempo a innovar en su negocio core, y el 30% a buscar los negocios del futuro.
Las iniciativas incluidas en el embudo de experimentación que reúnen más evidencias de mercado pasan a un go to market. Mientras avanzan por el embudo, las ideas se acercan más a la fase final, que consiste en autonomizar la idea como negocio independiente o incorporarla en el negocio core de la empresa. Este sistema supone un scouting permanente para crear un ecosistema de innovación, el uso de herramientas digitales para gestionar el embudo de la innovación y la necesidad de un modelo de governance y capacitación de las personas que son la base de una verdadera transformación cultural.