A pesar de las diversas crisis vividas en los últimos 20 años, de distinta naturaleza e impacto; en términos de dimensión social, financiera y temporal la crisis actual parece haber demostrado, una vez más, que las cadenas de suministro todavía no están preparadas para tales disrupciones.
Ejemplos de esta situación son la epidemia de SARS en marzo de 2003, el colapso del sistema financiero en 2008 y la consiguiente crisis de la deuda soberana en 2011, la erupción del volcán en Islandia en marzo de 2010, el terremoto y tsunami en Japón en 2011 y Fukushima en marzo de 2011. Esos eventos demostraron una marcada incapacidad para adaptar las cadenas de suministro, lo que provocó rupturas de stocks, niveles de servicio gravemente afectados, aumento de leadtimes y supresión de servicios, entre otros aspectos.
Los principales impactos en las cadenas de suministro, que ya son obvios y seguirán perdurando, son los siguientes:
Estos problemas no son inéditos, muchas de las crisis pasadas han tenido exactamente los mismos impactos. Sin embargo, la capacidad de aprender con el pasado se ha reducido y en algunos casos no existe.
En la medida en que el COVID-19 se propaga a nivel mundial, hay una gran incertidumbre respecto al futuro. Sin embargo, la recesión económica y el aumento del desempleo parecen inevitables. Con todas estas incertidumbres, existe la urgente necesidad de reestructurar las cadenas de suministro a fin de evaluar y mitigar los riesgos, adquiriendo una mayor capacidad de adaptación a la realidad que cambia cada vez con más frecuencia. Esta reestructuración requiere un profundo conocimiento de la cadena de valor, algo que sólo una pequeña parte de las organizaciones tiene.
Las empresas que invierten en el mapeo de sus cadenas de valor están mejor preparadas para reaccionar frente a cualquier impacto. La información que proviene de este extenso mapeo les permite adquirir un mayor conocimiento y visibilidad sobre toda la cadena de valor, proporcionando a los equipos una capacidad de respuesta más rápida y efectiva. Conocen exactamente todos los niveles de proveedores (nivel 1, nivel 2 e idealmente hasta los proveedores de materias primas), las regiones en las que actúan, los componentes que producen y los productos de riesgo. Así, son capaces de identificar con rapidez, en minutos u horas, el impacto que podría tener su cadena de suministro a lo largo de días, semanas y meses. Cuando las empresas saben de antemano dónde se producirá la interrupción y qué productos se verán afectados, necesitarán menos tiempo para ejecutar las estrategias de prevención y mitigación. Cuando ya han tomado medidas, los no preparados siguen recopilando y analizando información. Como consecuencia de los acontecimientos de fuerza mayor, como el actual ataque pandémico, estos mapas de la cadena de valor se utilizan como un roadmap de soluciones para la crisis.
Muchas empresas y líderes tienen la necesidad de mapear la cadena de valor como una estrategia de mitigación de riesgos. Sin embargo, no lo hacen dada la cantidad de trabajo y el tiempo que tarda. Para una cadena de valor compleja, su mapeo puede tardar de seis meses a un año, con la participación de personas de distintas áreas de la empresa y socios (proveedores, 3PL’s, transportadores, torres de control, entre otros). Por lo tanto, los recursos necesarios para el mapeo de la cadena de suministro son caros, razón por la que la mayoría de las empresas no lo hacen, estando menos preparadas para tener una cadena de valor ágil y flexible que pueda superar más fácilmente las crisis que enfrenta.
Para las empresas que quieran preparar sus cadenas de suministro para el futuro, es imperativo que adquieran todos los conocimientos y visibilidad necesarios. No hay manera de evitarlo, las empresas descubrirán que el valor del mapeo es muy superior al coste y al tiempo para desarrollarlo.
Este mapeo, además del valor añadido que supone el conocimiento que las organizaciones tienen sobre toda su cadena de valor, permite detectar todas las debilidades de la misma (estructuras pesadas y complejas con leadtimes de suministro elevados, entre otros), lo que provocará una serie de mejoras a implementar. Así, el mapeo de la cadena de valor permite reducir el riesgo, enfocándose en factores como: el grado de dependencia de un proveedor, la identificación de proveedores críticos ocultos, el conocimiento de centros de proveedores alternativos que podrían llevar a cabo la misma actividad, el tiempo que le tomaría al proveedor iniciar el envío desde el centro alternativo, proveedores alternativos, etc. Además, nos permite mejorar radicalmente la velocidad, agilidad y flexibilidad de nuestra cadena de valor, con mejoras como los modelos de reposición basados en el consumo, reducción de los plazos de producción y logística, aumento de la velocidad en toda la cadena, aumento de la capacidad y flexibilidad de la producción y la logística, entre otras.
Una cadena de suministro basada en el consumo – en pull – no reduce los stocks por sí misma. El único impacto que tiene, que a veces es muy significativo, es la cancelación del efecto de amplificación de la demanda – bullwhip.
La verdadera reducción de stocks proviene del aumento de la velocidad en la cadena de suministro, conseguido mediante elevadas frecuencias en los flujos de información y material y una gran flexibilidad y agilidad para satisfacer la demanda real en todos los puntos de la cadena. Esto se logra con la división de la cadena de valor en pequeños ciclos logísticos conectados a través de la demanda real, aumentando la frecuencia de los pedidos y su visibilidad. Además, la utilización de herramientas como EDI, Blockchain, la digitalización de procesos o la rapidez en los cambios de referencia, permite una creciente frecuencia de repetición de referencias, una elevada disponibilidad de equipo (producción y logística) y una gran rotación de stocks, lo que se traduce en un enorme impacto en el nivel de servicio y en los costes de toda la cadena de valor. Muchas empresas se enfocan en herramientas o tecnologías sin que tengan claro su propósito, aplicándolas de forma incorrecta y, por lo tanto, no sacan el máximo provecho de estas.
Cuando la crisis de COVID-19 desaparezca, veremos que las empresas que se dividen en dos categorías. En la primera, las que no harán nada, esperando que esta interrupción no vuelva a ocurrir, lo que se traduce en una apuesta muy arriesgada. En la segunda, las empresas que, con las lecciones aprendidas en esta crisis, invertirán en el mapeo de sus cadenas de valor para mitigar los riesgos y evitar operar a ciegas cuando se produzca la próxima crisis. También mejorarán significativamente la velocidad y la flexibilidad de sus operaciones. Éstas serán las ganadoras a largo plazo.