Si en los últimos años no parecía muy optimista la confianza en el crecimiento de la globalización, titulares como las subidas arancelarias impuestas en Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump, o el BREXIT en Europa, no han hecho más que acentuar esta tendencia.
Durante 2020, el Covid-19 puso en jaque al mundo y las declaraciones de Estados de Alarma se han sucedido en Occidente, como si de un efecto dominó se tratase, imponiendo severas restricciones a la movilidad. Se levantaron “fronteras” con la reducción de vuelos internacionales, requisitos sanitarios y confinamientos, lo que puso en “cuarentena” la propia movilidad internacional, el comercio y las inversiones. Según datos de IATA (International Air Transport Association), las pérdidas totales del sector en 2020 se cifran en 118 billones de dolares, con una reducción de la demanda frente a 2019 de un 61%.
Ante tal situación, han sido muchas las empresas que, si bien no han internalizado sus compras a nivel nacional, sí han acercado sus proveedores por ejemplo desde China a Marruecos, con el fin de reducir el riesgo de sus operaciones. No podemos esperar una nacionalización 100% de las cadenas de suministro, sin embargo, una lección aprendida ha sido la importancia de la diversificación, para evitar depender de un solo proveedor.
La actualidad está poniendo a prueba a un mundo global e interconectado, en el que con un solo click podemos comprar cualquier producto al otro lado del océano o trabajar desde casa manteniendo unos elevados niveles de eficiencia y comunicación. Las prioridades de los ciudadanos varían y si hasta la fecha entendíamos las grandes ciudades abarrotadas de personas, hoy no podemos sino pensar en la distancia de seguridad, o el uso del transporte privado en detrimento del público, así como otras conductas y hábitos que la sociedad ha ido incorporando a su día a día.
Ciudades como Londres, Nueva York o París, lideran según el informe de IESE, Cities in Motion, la carrera por convertirse en Smart Cities o ciudades inteligentes buscando la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos, con base en la eficiencia de recursos y la sostenibilidad, con apoyo en la transformación digital.
Sin embargo, la actualidad nos acerca el concepto de Ciudades Resilientes, entendiendo como tal aquellas que consiguen enfrentarse al impacto de una crisis y salir adelante, además es en este contexto de arraigo y apoyo local en el que las Soft Cities , con base en las relaciones interpersonales cobra más sentido que nunca. Las ciudades han de aspirar a espacios más habitables, inclusivos y accesibles, que no harán sino potenciar esta corriente local, de apoyo tanto al pequeño negocio como a las compañías nacionales o que operan en la región, ya que su éxito garantizará la seguridad y estabilidad de muchas familias, siendo un instrumento clave para la reactivación de la economía.
2021 se presenta cargado de incertidumbre, pero podemos tener claro que este contexto ha alterado numerosos patrones, y los desafíos se presentan a todos los niveles. El futuro pasa por jugar de forma inteligente e incorporar lo antes posible las próximas reglas de juego, en este sentido adaptarse a los nuevos patrones sociales, económicos, etc. que configurarán un mundo interrelacionado y con conciencia sobre la relevancia de la economía y relaciones locales, en su contribución a la globalización.